Durante nuestra niñez se va consolidando nuestro sistema básico de creencias, con el que posteriormente afrontamos nuestra vida adulta. Lo curioso del caso es que en mucha ocasiones son precisamente todas esas cosas que hemos aprendido siendo niños las que nos están impidiendo crear una vida de auténtica realización. Para muchas personas, todo ese condicionamiento nacido en su infancia les está privando de poner en juego su máximo potencial, y como consecuencia, no están sacando todo su jugo a la vida. Los tres sistemas de creencias que aparecen a continuación son quizás los que pueden crear un mayor impacto negativo:

1.-Necesidad de ser aceptados.
Los niños, en su inocencia y desconocimiento, suelen buscar constantemente referencias acerca de si su comportamiento es o no el adecuado. Y la buscan en los padres, profesores, adultos de su entorno,… Todos hemos tenido en nuestra infancia esa necesidad de sentirnos aceptados. Y aunque esto en principio es positivo, si terminamos viendo esa aceptación como condición indispensable de la medida de nuestra valía, ahi surge el problema. Porque a partir de ese instante, buscaremos constantemente la aceptación de los demás en todo lo que hagamos, y si no la logramos, nos sentiremos mal. O lo que es peor, para lograrla dejaremos de comportarnos en sintonía con nuestra propia naturaleza, y comenzaremos solo a mostrar aquellos comportamientos que complacen a nuestro entorno de referencia. Cuando damos a otras personas el control sobre como nos sentimos, ahí es donde empezamos a tener un problema. Por eso como adultos, uno de los ejercicios más saludables que pueden hacerse, es tomar conciencia de tu propia valía independientemente de todo lo que piensen los demás. Comenzar a actuar en sintonía con tu propia “brújula” interior y tus verdaderos anhelos y aspiraciones, es un algo tremendamente liberador. Y además, te permite darte cuenta de que tu valía como ser humano pleno es algo que te viene dado de serie, sin necesidad de ningún tipo de aceptación por parte de nadie.

2.-Conformismo.
Vivimos en una sociedad en la que parece que destacar trae problemas. Todos hemos conocido ejemplos de ese niño que por ser diferente a los demás en su manera de vestir, comportarse, etc… termina siendo el bicho raro o el marginado. La educación sigue un modelo uniforme y lineal. Presupone que todos los alumnos son iguales y han de aprender de la misma manera. Se premian los mismos tipos de comportamientos y habilidades,… Y eso suele terminar derivando en que los niños quieran ser lo más parecidos posible al resto de sus compañeros, o a ese estereotipo creado en el modelo educativo imperante. No se potencia la individualidad y características especiales de cada uno. Y si te das cuenta, es precisamente ese factor diferencial, tus propias potencialidades y características peculiares, son lo que te puede hacer destacar especialmente en tu vida adulta.

3.-Perfeccionismo.
En muchas ocasiones, y generalmente con la mejor de las intenciones, los padres animan a sus hijos a ser los mejores. A buscar las mejores notas, a destacar en los deportes, a completar un buen número de actividades extraescolares,… El problema reside cuando las recompensas solo llegan en función de los cerca o lejos que quedamos en relación a esos niveles de perfección. Se debería premiar el esfuerzo y la capacidad de superación, en lugar de ese “alcanzar la perfección”. Y eso en la vida adulta supone un lastre para muchas personas. Si no consiguen que todo salga perfecto, se sienten mal. Ha calado en ellos ese “virus” inoculado en la niñez de la búsqueda constante del perfeccionismo. Y es tan peligroso porque cuando esperas y crees que algo ha de estar perfecto, y no lo logras en las primeras tentativas, es bien sencillo empezar a sentirse frustrado. Además, se produce otro efecto negativo devastador: cuando crees que has de ser perfecto en cualquier cosa que emprendas terminas por emprender menos cosas, y te arriesgas menos por el miedo a no ser capaz de estar a la altura. Y esa mentalidad de perfeccionismo mal entendido te está privando de desatar todo el potencial que reside en tu interior.

Toma un instante para reflexionar en relación a tu propia vida, y detecta si alguno de estos sistemas de creencias te están limitando. Tal vez ha llegado el momento de tomar conciencia de ello y empezar a producir algunos cambios positivos.

4 comentarios de “Las 3 peores cosas que aprendemos como niños

  1. Charly dice:

    José María, enhorabuena por este extraordinario artículo. Creo que has tirado tres flechas a una misma diana, y has acertado en los tres casos. Efectivamente, durante nuestra infancia se forman nuestras creencias, y éstas marcan el límite de nuestra acción y desarrollo. Qué ocurre y cómo ocurre durante esos primeros años de vida es fundamental, condicionando en gran medida el futuro de nuestras vidas.
    Por ello, si me lo permites, propondría realizar una revisión de todas esas creencias para determinar si aquello que aprendimos entonces sigue teniendo sentido o vigencia en la actualidad, todo ello tratando de eliminar cuantas falsas creencias puedan existir en nosotros.
    Gracias por tu artículo, y reitero mi enhorabuena. Me ha encantado!

    • jmvicedo dice:

      Gracias, Charly. Como bien apuntas esos primeros años de vida son fundamentales en la orquestación de las creencias que mantenemos. Y aprovecharía para añadir que quienes somos padres tenemos una gran responsabilidad en el sentido de ser conscientes de las creencias que estamos en cierto modo «instalando» en nuestros hijos. ¿Van a permitirles afrontar su vida adulta desde una sana percepción de valía y capacidad?…
      Gracias por el comentario y un abrazo.

  2. Josep Sanvisens dice:

    Has mencionado tres creencias negativas que facilmente podemos tener instaladas en nosotros, no darnos cuenta de ello y que pueden afectarnos muchísimo.
    Seguramente que ante resultados obtenidos, o emociones que no nos gustan, podríamos preguntarnos: ¿Me retengo o no actuo como desearia ni como pienso, ante el miedo de no ser aceptado, o ante el miedo del que diran si soy diferente, o ante el miedo de que lo que haga me saldrá mal? Si la respuesta es SI, no cabe duda que estoy afectado por estas creencias tan comunes. Una vez detectadas, no debemos olvidar que pueden cambiarse.
    GRACIAS JOSÉ Mª. UN ABRAZO

    • jmvicedo dice:

      Josep, yo creo que todos en mayor o menor medida tenemos un cierto poso de cada una de estas tres creencias.El verdadero problema se da cuando ese poso llega al punto de suponer un lastre para nuestro desempeño como adultos. A veces, unos simples instantes de reflexión sirven para que nos demos cuenta de que esas falsas creencias nos están limitando de manera importante, y ese tomar conciencia es siempre el primer paso para iniciar cualquier proceso de transformación.
      Y como bien dices, toda creencia puede cambiarse.
      ¡Gracias por el comentario y un fuerte abrazo!

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