Arrecian las críticas a la televisión. A los contenidos que emiten la televisión, sería más justo decir. Hoy más que nunca se pone en tela de juicio la calidad de sus programas, su partidismo, su falta de criterio, su superficialidad…el pernicioso efecto sobre niños y jóvenes.
Todo eso puede ser cierto, aunque seguramente atenuado con honrosas excepciones.
A las anteriores, se suma aquí una crítica a la televisión muy cualificada por provenir de quien proviene. Hoy comparece al debate, nada más y nada menos, que Platón.
Los protagonistas de su famoso “Mito de la caverna” son personas que viven encadenadas en el interior de una cueva. Desde allí, desde lo más profundo de la oscuridad, solo advierten las sombras que el resplandor del exterior proyecta en el interior. La realidad ocurre fuera de la caverna, pero ellos, inmovilizados, creen que las sombras proyectadas sobre las paredes y techos de la cueva son en sí mismas la realidad. No saben que son simples proyecciones de una realidad que está afuera. El mal que padecen es que parecen conformarse con observar esa falsa realidad y no hacen nada por salir a buscar la auténtica.
Hoy día, 2.400 años después, si hay alguna caverna cercana a nosotros, vendría representada por esa habitación de casa, el salón de estar, a las 22horas de un día entresemana de invierno, a oscuras, en cuyas paredes y techo se proyectan las figuras e imágenes que salen amenazantes de la televisión. Frente a ella, sentados inmóviles, como encadenados, los protagonistas actuales del mito que observan impávidos ese baile parpadeante de sombras y luces que irradia el aparato. Están absortos y vencidos por una realidad que no es tal, pero que aceptan como válida. Les dicen que es su cultura, su religión su civilización, pero es la que la televisión les muestra, la que les ha contado y que les lleva a pensar de una determinada manera, a creer en unas determinadas cosas o, peor aún, a no creer en nada. En nada diferente de lo que allí se proyecta, claro.
No creen en otra vida, no se hacen preguntas, no quieren saber qué es el amor, qué es la amistad, la virtud, no quieren saber quién es Dios, pues un demonio llamado “Pragmatismo” les ha hecho creer que no pueden trascender a su tiempo y a su cultura, que deben conformarse con el mundo y la vida que les ha tocado vivir.
El primitivo protagonista del mito de la caverna de Platón se reproduce hoy día en el moderno y acomodado hombre del siglo XXI. Entonces el símbolo fue la caverna, hoy lo es la televisión.