20 de diciembre de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, el bombardero aliado B-17F trataba de regresar a su base. Acababa de cumplir con éxito la misión de bombardeo contra una fábrica de municiones alemana situada en Bremen.
El joven piloto americano Charlie Brown intentaba gobernar la nave que había sido atacada por más de 15 aviones nazis, dejando a uno de sus tripulantes muerto y otros seis heridos. El bombardero recibió tantos impactos que destrozaron la cabina de plexiglás, dos motores se detuvieron y también resultaron dañados los controles del avión.
Pero mientras trataba de regresar de la incursión, Brown tuvo otra preocupación: un avión alemán Messerschmitt Bf-109 se acercaba peligrosamente con la firme intención de rematar al maltrecho bombardero.
El piloto alemán en cuestión era Franz Stigler, un as de 26 años de edad que tenía 22 victorias en su haber y que necesitaba sólo una más, para ser condecorado con la Cruz de Caballero.
Cuando Stigler se acercó, vio al artillero aliado cubierto de sangre y comprobó que la parte exterior del avión había desaparecido. También vio a los heridos, los aterrorizados soldados estadounidenses.
Fue entonces cuando recordó las palabras de su comandante Teniente Gustav Roedel. “El honor lo es todo aquí”, le había dicho al joven Stigler antes de su primera misión. Su superior agregó: ‘Si alguna vez veo o escucho que alguno de ustedes ataca a un hombre lanzado en paracaídas, yo mismo le dispararé. Hay que combatir bajo reglas para mantener la humanidad.’
Su brújula moral era más poderosa que su necesidad de gloria.‘Para mí hubiera sido lo mismo que dispararle a un paracaídas, no podía hacerlo’, dijo más tarde Stigler.
Ante ese panorama, el joven teniente alemán tomó una decisión: no derribaría al objetivo y le ayudaría a huir.
Stigler saludó a su enemigo, movió los brazos indicándole el camino de salida del territorio alemán. Así terminó escoltando al bombardero durante varias millas hacia afuera sobre el mar del Norte, para evitar ser detectado por los cazabombarderos alemanes.
El maltrecho B-17 logró cruzar las 250 millas del mar del Norte y aterrizó en el campo de Seething en Norfolk.
Tan pronto como aterrizó, Brown le contó a su comandante en jefe el encuentro con el piloto alemán. Sus mandos le ordenaron no decir nada del incidente por temor a difundir historias positivas sobre el enemigo alemán. Tampoco, obviamente, Stigler contó su proeza a sus superiores nazis. De haberlo hecho, hubiera sido inmediatamente fusilado.
En 1987, más de 40 años después del incidente, Brown comenzó a buscar al hombre que le salvó la vida a pesar de que no tener idea de si su salvador estaba vivo, y mucho menos de dónde vivía el hombre en cuestión.
Brown pagó un anuncio en un boletín dedicado a pilotos de caza, diciendo sólo que estaba buscando al hombre ‘que salvó mi vida el 20 de diciembre de 1943′.
Stigler vio el anuncio en su casa en Vancouver, Canadá , donde se había trasladado a vivir después de la guerra, y se puso en contacto con Brown.
“Es como conocer a un miembro de la familia, como a un hermano que no has visto en 40 años”, dijo Brown en la primera reunión de los dos pilotos.
Stigler reveló cómo él había estado tratando de escoltarlo y que se retiró cuando temía que podía ser atacado. Le dijo a Brown que le hizo gestos con la mano en un intento de decirle que volara a Suecia.
Su historia, narrada en el libro ‘A Higher Call’, terminó en 2008, cuando los dos hombres murieron en un lapso de seis meses, Stigler a la edad de 92 años y Brown a los 87.
En sus obituarios, cada uno menciona al otro como su ‘especial hermano’.
Esta historia real ilustra perfectamente una idea: no hay nada más importante que los valores personales. Hemos dicho en el blog que es imprescindible establecerse objetivos en la vida. Y además, que esos objetivos han de estar alineados con nuestros valores personales. Sin embargo, eso no significa que estemos exentos de que, en un momento dado, objetivos y valores entren en confrontación. Si eso ocurre, no lo dudes, guíate por tus valores. El tiempo te dirá que acertaste.