“Podríamos decir que el pecado se perdona. La corrupción, sin embargo, no puede ser perdonada. Sencillamente porque en la base de toda actitud corrupta hay un cansancio de trascendencia: frente al Dios que no se cansa de perdonar, el corrupto se erige como suficiente en la expresión de su salud: se cansa de pedir perdón.”
Jorge M. Bergoglio (Papa Francisco, a día de hoy)
A expensas de todos los artículos ya escritos y de todos los que vendrán en adelante sobre cómo conseguir una actitud que nos ayude en la vida a realizarnos plenamente, a ser felices, tampoco está de más que en algún momento alertemos de las opciones que no van a servir más que para destruirnos internamente, pues siendo actitudes que creamos necesarias en un momento dado o que veamos que nos estén ayudando a progresar, no se basarán en la parte bondadosa de lo existente y, por tanto, el ademán de partida diría que se definiría como “negativesco”, entre negativo y rocambolesco, y creo que debemos hacer un gran esfuerzo por detectarlo a tiempo.
No es difícil caer en aspectos que nos corrompan un tanto a todos, esas pequeñas corruptelas que nos hacen entonar con total convencimiento que el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Pero eso son acciones y no actitudes.
Cuando es la actitud la que se despista en exceso y pasa por encima de los principios básicos de la ética natural, es cuando se produce un fenómeno de interiorización de un mundo y una sociedad que no son verdaderas, son sólo nuestras, que no van a verse con el retrovisor de nuestras preferencias o voluntades cuando avancemos por esa senda. El alma, entonces, ha enfermado de excesiva inmanencia, ha quedado cautiva en su ser la cualidad corrupta.
A mí me ha parecido maravillosamente acertada la definición del corrupto como aquél que se ha cansado de pedir perdón. Esa persona ya no piensa en las demás personas. Y una actitud basada en esa línea de pensamiento no puede ser más que destructiva por antinatural, no para el resto de la sociedad, que también, sino sobretodo para el corrupto, un ser alienado de la propia actitud en sí y únicamente sumador de actos, que no es lo mismo.
Que excelente descripción en tu último párrafo José Manuel. Actitud destructiva por antinatural, no para el resto de la sociedad, que también, sino sobretodo para el corrupto.
Incluso en el caso poco probable de que la corrupción no se detecte, ¿Que imagen puede tener el corrupto de si mismo? Ha de vivir toda su vida con la persona que conoce sus intimidades, a la que no puede engañar, a la que puede tapar la voz, pero no acallarla y a la que no puede dejar de encontrar en el espejo.
GRACIAS JOSE MANUEL.