“Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad” (Albert Einstein)

La motivación no es algo que surja espontáneamente, casi sin querer. Y una vez surgida, tampoco tiene necesariamente por qué permanecer eternamente.

La verdadera motivación, la que es buscada y vitalmente perenne, es fruto de la coincidencia en una misma persona de cuatro requisitos:

1) Curiosidad: se relaciona con el primer interés. Es la llamada a la acción, el despertar de la voluntad por hacer algo. La curiosidad puede darse accidentalmente, por casualidad; o también puede ser provocada por alguien intencionadamente.

Imaginémonos el caso del niño que es reacio al estudio de una asignatura como Historia. Los padres podrán despertar su interés visitando algún lugar o escenario donde se desarrolló el hecho histórico coetáneo al que el niño ha de estudiar.

2) Necesidad: Todos tenemos necesidades: económicas, de reconocimiento, de poder, de satisfacción personal, etc.

En la medida en la que esa necesidad esté alienada con el objetivo que queremos conseguir, mayor será la motivación.

El ejemplo más común es el de la necesidad económica. El deseo de ganar dinero y llevar una vida holgada es la motivación principal a la hora, por ejemplo, de iniciar un negocio.

3) Expectativas: tienen que ver con la confianza para superar un reto que los demás depositen en ti.

Cuanto más haya confiado en ti un jefe encargándote un trabajo para el que considera que estás preparado, más motivado puedes sentirte para llevarlo a cabo. Cuanta más confianza tenga tu familia en que serás capaz de cumplir con una obligación familiar, más posibilidades hay de que la cumplas.

4) Resultados: La propia consecución del objetivo generará la mejor motivación para asumir el siguiente reto. La consecuencia fundamental de la motivación es que genera más motivación.

Alcanzar, por ejemplo, una determinada marca en un deporte es el mejor acicate para superarla.

La concurrencia de estos cuatro requisitos es la clave para obtener una motivación adecuada. Siempre es así. Analiza, por ejemplo, la motivación que tenías en la última vez que conseguiste un gran logro en tu vida.

¿Se dieron las cuatro condiciones?

¿Cómo se despertó en ti la curiosidad?

¿Por qué decidiste llevarlo a cabo?¿Qué necesidad buscabas cubrir?

¿Recuerdas las expectativas que generaste a tu alrededor? ¿Qué te decían las personas más cercanas?

¿Cómo te sentiste cuándo lo conseguiste?

Las preguntas no son retóricas. Nos interesa saber tu caso.

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