Estoy mirando por la ventana de mi casa y de un encuadre al óleo me llega un prístino olor a cambio de temporada. Otra vez se recoge el testigo de un sol cada vez más bajo, tanto que nos obliga a arrodillarnos ante lo inmutable. Otra vez el aire se está enfriando y hace sonar con sutileza el repicar celeste de estrellas: ¡adiós, Verano!; ¡otro ciclo…!

Y me doy cuenta de que pasando el tiempo de igual manera que en las épocas de Aquiles, Alejandro, César, Carlomagno o Napoleón, el cíclico caminar de las estaciones les amparó a todos y ahora también lo hace en la de Internet a mí y a todos nosotros. ¿No seremos vibraciones en el tiempo? ¿No será el Tiempo un cauce y nosotros el agua que le dota de sentido al horadar el vacío?

Me pregunto por qué un ciclón tan poderoso sólo se nos revela en determinados momentos y con una melodía que se nos susurra en la lejanía… ¿Es que el secreto lo sabe Alguien? ¿Es que, acaso, todos lo sabemos desde siempre y nos cantamos una nana para dormitar entre sueños?

Quizás estuviese bien interpretar la vida como un sueño perenne, sin dormir, pues la vida no duerme, y pensar que Calderón tenía toda la razón al decir que la vida es sueño y los sueños… ¡tiempo son!

En este mensaje otoñal que se me aparece fresco por la ventana, me crece un pálpito indomable que me lleva a gritar: ¡CARPE DIEM! ¡No dejemos de soñar ni un segundo!
El tiempo es la plataforma desde donde acontecemos y, a un mismo tiempo, la dimensión de esa misma existencia, pero su materialidad fractal está hecha de nuestros sueños, de nuestra consciencia de su materialización, de su “duración” (ver este maravilloso concepto en la filosofía intuicionista de Henri Bergson, uno de los mayores regalos que me hiciere mi padre).

Desde ese impulso motivador y verdadero, os animo a que no perdáis el tiempo. Sin nosotros no es nada. Mejor dicho, sin nuestro actuar no significa nada. Al menos, para nosotros. Aceptemos el papel protagonista y hagamos que estos tiempos se recuerden como los nuestros, ya que el único legado personal posible es la memoria de haber sido otro eslabón, otro ciclo del gran ciclón de los ciclos, pero de manera consciente.
Y en esa espiral hay que soñar fuerte, con muchas ganas, para que todo nuestro tiempo sea de calidad, soñado. Así haremos coincidir la duración de las cosas con nuestra percepción del tiempo, con nuestro tiempo, y serán una sola cosa sueños y vida. Y digo todo esto porque me lo están susurrando ahora mismo…

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