La Luna llena iluminaba las callejuelas de aquel pueblo. Con ella se anunciaba el fin de un caluroso día de final de verano. Era la hora en la que la gente dejaba desiertas las calles que sigilosamente eran tomadas por los gatos. Estaban por todas partes y salían de todos los rincones.

Bajo la tenue luz de una farola, un pequeño gato de seis meses hacía movimientos extraños. Estaba solo en mitad de aquella plaza y daba vueltas sobre sí mismo. Una tras otra, una tras otra y después otra más. Cuando se detenía era por puro agotamiento. Después volvía y enlazaba otras vueltas en círculo.

Un gato viejo lo observaba sorprendido desde un rincón de la plaza. Movido por la curiosidad, e incluso por la preocupación, se acercó al joven felino:

–       “¿Se puede saber qué estás haciendo?”

El pequeño gato se detuvo y, jadeante, atinó a decir:

–       “Hoy he tenido mi primer día de clase en la Escuela de Filosofía para Gatos… – tomó aire- ¡y he aprendido las dos lecciones más importantes de mi vida!”

Ante el entusiasmo que denotaban sus ojos, el gato adulto le dijo:

  • “Muy bien, muchacho…y dime ¿cuáles son esas dos lecciones?”
  • “La primera- contestó rápidamente- es que lo más importante en la vida es la felicidad”.
  • “Así es, joven –asintió- Encontrar la felicidad ha de ser el objetivo de todo buen gato. ¿Y cuál es la segunda?”
  • “Que la felicidad de los gatos se encuentra en su propia cola, así que yo creo que ¡si consigo alcanzar la mía seré feliz para siempre!- dijo más entusiasmado que nunca.”

El viejo gato quedó mirando a su nuevo amigo. Ambos se miraron en silencio durante unos segundos, que solo se interrumpió por un leve ronronea del gato adulto.

Eso inquietó al joven gato, que notó el gesto de desaprobación y quedó expectante hasta que escuchó decir a su experimentado compañero:

  • “Hijo mío, yo no he tenido las mismas oportunidades que tú. Yo no pude ir a la Escuela de Filosofía para Gatos y lo que sé lo he aprendido en la calle. Pero afortunadamente también he llegado a la misma conclusión que tú: la felicidad de un gato se encuentra en su propia cola. Sin embargo, la diferencia entre tú y yo es que he descubierto que cuando la persigo se me escapa y cuando voy haciendo lo que tengo que hacer, ella viene detrás mío por dondequiera que yo vaya.”

Esta fábula de C. L. James, llamada originariamente “On Happines”, sirve para ilustrar una idea de la que hemos hablado muchas veces en MÁXIMO POTENCIAL: la felicidad se encuentra muy cerca de ti, a tu alcance. Esto es así por la sencilla razón de que tu equipamiento para conseguirla es excepcional, tienes todo lo necesario para conseguirla.

Tan solo tienes que hacer, como dice el gato de la fábula, “lo que tienes que hacer” y no obsesionarte con la idea de estar siempre persiguiéndola, pues así jamás llegarás al horizonte.

2 comentarios de “El cuento del gato que perseguía su cola

  1. Josep Sanvisens dice:

    Si, la felicidad se encuentra dentro de nosotros. Muchas veces la buscamos en el exterior donde nunca la encontraremos.
    GRACIAS ORFEO

    • Manuel dice:

      Gracias a ti, Josep. Hace años leí un historia de un explorador y aventurero que dedicó toda su vida a buscar la felicidad por los lugares más recónditos del mundo. La encontró justo cuando dejó de buscarla. Estaba enterrada en la cocina de casa.

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