Junto con el tiempo, la alimentación y el dinero, la “palabra hablada” es un recurso casi natural que todos los seres humanos tenemos y que, sin embargo, no siempre aprendemos a gestionar adecuadamente.

Efectivamente, desde la infancia se nos transmiten ciertos conceptos y normas (sobre todo normas) para hablar correctamente; sin embargo, nadie, ni nuestros padres ni la escuela, nos enseña a hablar eficazmente, esto es, a comunicar con un sentido tal que genere un resultado determinado en el receptor o auditorio.

Estas cinco claves recogen algunos de los principios básicos sobre este uso efectivo de la palabra:

1. La base de la comunicación es conseguir que el mensaje sea recibido por el receptor. Aunque suene de Perogrullo, este es un punto de partida que no siempre queda bien fijado. Cada vez que nuestro interlocutor responde con un “¿qué?”, “disculpa ¿puedes repetir?” o “había entendido otra cosa”, es evidente que se ha producido un fracaso en la comunicación. Y generalmente, el error no suele estar el receptor, sino en el emisor.

2. Tu equipamiento para hablar eficazmente es excepcional. No es cierto que unas personas tengan una habilidad natural para el uso de la palabra; y mucho menos, que estén dotadas para que ese uso sea efectivo. Destruir esta creencia errónea sobre las limitaciones personales, es básico para empezar a hablar bien. Detrás del 99% de los grandes oradores que conoces, se encuentra una historia de aprendizaje continuo y no un “don natural” o genético.

3. El único límite para hablar eficazmente es nuestro ámbito de conocimiento. Sin caer en la norma que nos imponían cuando éramos niños de “habla cuando te pregunten”, sí es cierto que la comunicación eficaz impone limitar nuestras intervenciones a los temas sobre los que seamos verdaderos expertos. Evidentemente todos tenemos opinión sobre cualquier tema, pero únicamente siendo una voz autorizada en la materia conseguiremos que nuestro auditorio escuche con atención lo que decimos.

4. Antes de empezar a hablar, hay que determinar el sentido y propósito de lo que se va a decir. El mensaje ha de tener un fin y obedecer a esta pregunta ¿qué quiero conseguir con lo que voy a decir? En la mayoría de las ocasiones el objetivo último de la comunicación efectiva será mover a la acción al otro.

5. Establecer la estructura del mensaje. Efectivamente, una vez determinado su objetivo, debemos articular el guión de las ideas fundamentales que lo componen. Si el esqueleto de lo que vamos a decir es coherente y tiene una sucesión lógica, estaremos más cerca de conseguir que nuestra comunicación sea realmente eficaz. Estructuras hay muchas, casi tantas como mensajes, y elegir la idónea para cada ocasión es una gran habilidad. En todo caso, hay una que podríamos considerar como más universal y que sirve para casi cualquier mensaje. Es la que aconseja empezar aclarándole al auditorio lo que le vamos a decir, a continuación decírselo y por último, recordarle lo que les hemos dicho.

Hay más normas. Sin duda. Hemos dejado fuera por habituales las relativas a la forma y puesta en escena del mensaje. Son las que tratan del tono, el énfasis, imagen del orador o el llamado lenguaje no verbal, etc. La intención con ello es poner el énfasis en el fondo, en el mensaje, y especialmente en su propósito. Respecto a la forma, únicamente diremos que el buen orador ha de velar porque la forma sea coherente con el fondo y, sobre todo, que no distorsione el mensaje. Así por ejemplo, aun en el supuesto de que nuestro interlocutor tenga unas condiciones que entorpezcan la recepción (circunstancias personales, nivel cultural, etc) el buen orador ha de tener en cuenta todas esas vicisitudes para utilizar la forma idónea del mensaje para que este sea eficaz.

2 comentarios de “5 grandes claves para empezar a hablar eficazmente

  1. Josep Sanvisens dice:

    Excelentes consejos.
    Para mi, és básico que el tema despierte una gran pasión en el orador y tenga un gran deseo de comunicarlo para beneficio de sus oyentes.
    ¡GRACIAS ORFEO!

    • Manuel dice:

      Exacto, Josep. Has puesto el dedo en la llaga. Si te fijas es un ejemplo del eterno debate entre la forma y el fondo. Fueron los sofistas de la Grecia clásica los primeros que introdujeron esta disyuntiva. Gracias por escribir.

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